domingo, 2 de octubre de 2011

El vecino portugués

La experiencia de la conquista y la primera colonización habían puesto en evidencia que la región platense era extensa y difícil de controlar. En consecuencia, a fines de 1616 se dispuso su división en dos gobernaciones, ambas dependientes del Virreinato del Perú: la de Paraguay o Guayrá, con capital en Asunción, y la del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires.

En esta última, la atención se centró en la protección del estuario y en la defensa de la amplia y difusa zona fronteriza con las colonias portuguesas. Las primeras exploraciones españolas, como las lusitanas, apenas habían traspasado las costas del océano y los ríos: el interior del territorio solo fue objeto de incursiones en procura de indios para esclavizar. Para Portugal, la penillanura entre Santa Catarina y el Río de la Plata que hoy ocupa el territorio uruguayo era considerada una prolongación natural de sus posesiones, a pesar de los límites fijados por el Tratado de Tordesillas.

En el lapso en que Felipe II se ciñó la Corona de España y también la de Portugal, esta indefinición no planteó problemas, pero una vez concretada la independencia lusitana, la cuestión pasó a ser prioritaria para España. Desde entonces, fueron los pueblos misioneros fundados por los jesuitas en el alto Paraná, los que operaron de contención al avance portugués.

No hay comentarios:

Publicar un comentario