"Toda gente muy joven componía el núcleo de 34 primeros pobladores de Montevideo; aquellos seis únicos matrimonios que se atrevieron a responder al llamamiento de Zabala, y que en los primeros meses de 1726 se vinieron desde Buenos Aires hasta nuestra península desértica, con su caterva de hijos, alguna sobrina y un par de entenadas.
Sólo cinco de esos 34 bonaerenses habían llegado a la cuarentena de edad; pero los dos mayores ni siquiera pasaban los 44 años: Sebastián I Carrasco y María Carrasco, emparentados, como casi todos. En la treintena había sólo cuatro: entre ellos el zaragozano Juan Antonio Artigas, soldado de 30 cumplidos, que habría de ser abuelo del prócer. Y quedaban tres mujeres Carrasco más, todas en la veintena.
Se explica la juventud de toda esta gente pionera, mitad exploradores, mitad aventureros, porque hay que tener ánimo para lanzarse a poblar una punta de tierra inhóspita y no muy prometedora, amenazada por indios fieros y portugueses. Se comprende que apenas seis matrimonios se presentaran, sostenidos entre sí por lazos familiares y tentados seguramente por las regalías que Zabala había prometido a los fundadores: un solar emplazado en la misma ciudad, una suerte de estancia y una chacra en las inmediaciones, animales con que poblarlas, alimentación gratuita, herramientas, exención de impuestos, el título de "fijosdalgo" que habilitaba a usar el "Don" delante del nombre.
(...) Observo que en este núcleo de 34 fundadores había sólo 12 personas mayores. Luego tres adolescentes que no pasaban los 18 años. Y todos los demás eran niños, de 15 para abajo. Dicho de otro modo: la mayoría de nuestros fundadores - una mayoría de 19 sobre 34 - eran chiquilines; de los cuales había 13- también mayoría - que ni siquiera habían cumplido los 10.
(...) Un día de noviembre todos verán arribar por fin el velero tan esperado: "Nuestra Señora de la Encina " atracó a nuestra costa el día 12. De él descenderán, inseguros, impacientes, ciento y tanto canarios cargados de bártulos, entre ellos vienen mezclados cuarenta y tanto chiquilines más."
Milton Schinca - "Boulevard Sarandí"
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