Las aguas subterráneas son las que discurren y están embolsadas bajo la superficie terrestre. Suponen casi el 25 % del agua continental. Pueden formar auténticos ríos y lagos bajo tierra.
Proceden sobre todo de las precipitaciones. Cuando llueve, una parte del agua penetra en la tierra. Las aguas se infiltran hacia el interior mientras encuentran rocas permeables. Pero cuando llegan a una capa formada por rocas impermeables, que no dejan pasar el agua, se embolsan y forman acuíferos.
Se excavan pozos para extraer el agua subterránea y, en ocasiones, esta encuentra una salida natural al exterior en forma de manantiales y fuentes termales (de agua caliente).
Las aguas subterráneas constituyen un elemento fundamental del ciclo hidrológico al ser una importante reserva de agua potable, al suministrar la humedad que permite que las plantas crezcan y al hacer posible que los ríos sigan fluyendo cuando no llueve o se fusiona la nieve. Por ejemplo, si la sequedad atmosférica es grande, el agua almacenada en el subsuelo asciende a la superficie por capilaridad.
Algunas de las mayores reservas de agua subterránea son heredadas de condiciones climáticas pasadas muy diferentes. Por ejemplo, en África septentrional, donde hoy apenas llueve y es elevada la evaporación, se estima que las reservas son enormes.
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